Lo que en su momento fue el partido arrollador; el partido del pueblo; el partido aplanadora; el partido a favor de las causas populares y de los más necesitados; simplemente, ya no lo es.
Ese Partido Revolucionario Institucional (PRI), que durante muchos años aglutinó a todos los sectores sociales, políticos, económicos y empresariales del estado de Morelos, dejó de serlo paulatinamente; y su agonía comenzó con la caída del malogrado gobernador JORGE CARRILLO OLEA, quien tuvo que solicitar licencia –exigida por el entonces presidente de la República, Ernesto Zedillo Ponce de León-, para separarse del cargo de la gubernatura del estado de Morelos, a razón de los conflictos sociales que durante cuatro años generó en contra de la sociedad morelense; una sociedad abatida por la delincuencia organizada; sumida en constantes secuestros, extorsiones y asesinatos, donde lamentablemente, los jefes de la policía judicial y altos mandos de la secretaría de seguridad pública, encabezaban y/o protegían a los grupos criminales que operaban en toda nuestra entidad federativa.
A raíz de la obligada renuncia de Jorge Carrillo Olea, y la llegada de Jorge Morales Barud, y posteriormente Jorge Arturo García Rubí (época mejor conocida como los gobiernos de los Jorges); fueron los últimos 2 años y tres meses de los gobiernos priístas en el poder, y fue a raíz de la elección del año 2000, cuando -así se esperaba e incluso se anhelaba-, el Partido Acción Nacional (PAN), logra por primera vez en la historia política-electoral, ganar la elección y Sergio Estrada Cajigal Ramírez, asumir la gubernatura del estado.
Esos años fueron de gloria para los panistas, pero no para los priístas, a sabiendas de que su poder empezaría a agonizar. Y así fue, pasaron otros seis años más de panismo; uno más del Partido de la Revolución Democrática (PRD), y posteriormente el Partido Social Demócrata (PSD), vestido de Morena. Es decir, desde el año 2000 hasta este 2025, el PRI no ha logrado conquistar nuevamente la gubernatura del estado; sólo mínimas posiciones en las presidencias municipales, regidurías y escasas diputaciones locales por la vía plurinominal.
Ese es el nuevo PRI que ya no despierta a las masas populares, porque desde que llegaron a la dirigencia estatal, Maricela Sánchez Cortés, Guillermo del Valle Reyes, Manuel Martínez Garrigós, Amado Orihuela Trejo, Jonathan Efrén Márquez Godínez y Eliasib Polanco; cada uno de ellos se encargó de perpetrar las estocadas suficientes y necesarias, para dar paso, no sólo a la agonía, sino a una muerte silenciosa del PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL que difícilmente podría tener su último suspiro y tratar de revivirlo en la próxima elección del año 2027.
El rostro que asoma el PRI ante la sociedad morelense, es de la corrupción, del proteccionismo y del influyentismo; esa práctica de utilizar la influencia o el poder de una persona, para beneficiar a sus más cercanos colaboradores, pero en especial a amigos o familiares para obtener favores en los cargos públicos.
Ese es el PRI que se niega a morir. Y como institución, quizá no pudiera descalificarse u acribillarla, sino a quienes la integran y la manejan a su antojo. Es decir, sus “líderes”.
La muerte silenciosa del PRI en Morelos, está más que vista; ya no tiene luz propia, liderazgo ni presencia; todo fue consumido por la avaricia y ambición de esos sedicentes líderes que jamás lo fueron, pero que vivieron como reyes.
Hoy en día, la muerte toca la puerta en la calle de Amacuzac y Yucatán, de la colonia Vista Hermosa; precisamente donde se ubica el edificio del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (CDE del PRI); y en la que –por cierto-, muy cerca yacen las ruinas de Teopanzolco, donde imperaron los Tlahuicas y que al paso del tiempo, tuvieron una muerte silenciosa, y que hoy, sólo son leyenda e historia.






